El ser humano ¿es un animal?
Pocos
días después de comenzadas las clases, yo cursaba entonces el 2° grado
primario, la señorita abordó el tema:
¿Qué eran
los animales?. Desde mi nacimiento
estaba acostumbrado a ver y hasta llegué a pintar y dibujar animales, que hoy
ilustran varios libros de mi producción. Nos dijo haber visto a alumnos,
armados con gomeras -ondas- arrojando piedras a los pájaros que abundaban en la
plaza, frente al colegio, y nos aplicó a todos en general una filípica contra
esa mala acción.
Hoy lo
recuerdo con cariño y pienso: Eso era lo cierto, pero los niños no estábamos
aleccionados por mayores, a quienes en general, no les interesaba lo que los
chicos hacíamos y puede ser que ello sea el inicio de lo que he tratado de no
hacer.
Los animales
que aún pueblan la tierra están en grave peligro de extinción, sufriendo en
todo el mundo el maltrato y hasta la muerte por la mano humana. Ya se han
extinguido especies enteras, otras están por desaparecer.
Muchos seres
inocentes, que nacieron gozando de plena libertad, son apresados en su hábitat
para morir de tristeza, siendo parte de la decoración de una casa. Y eso es
tener suerte para ellos, ya que otros mueren apretados en trampas, sin ayuda,
abandonados a su suerte y hasta olvidados en esa situación.
Algunos más cautos,
inteligentes e indefensos, son víctimas de laboratorios, donde los enferman
para ser tratados sin anestesia, sufriendo dolores de males humanos e
inhumanos, para ver el funcionamiento orgánico. ¿Se imagina lector el dolor que
usted sufriría al ser operado sin anestesia de los intestinos? Pruebe en carne
propia y luego me cuenta cómo sobrevivió a tal circunstancia.
En estos segundos
en todo el globo, miles de seres vivos inocentes son víctimas de la ciencia, se
dice que para salvaguardar en el futuro la vida humana.
Nos preocupamos
actualmente por el aumento de la violencia en todo el mundo. ¿Será necesario,
no reparar en el sufrimiento de seres inocentes, tomados por parte de personas
que desde niños son adiestrados por mayores a cazar y
lesionar a seres vivos injustamente? No puedo creerlo.
Cuando
vivía en mi natal llanura pampeana, atravesé una experiencia dolorosa para mí,
niño sensible y con amor por los animalitos. Fue la aparición de un señor que
me dio un mal ejemplo y al que aborrecí contando sólo 8
años. Erase un señor belga armado de dos o tres wayky thalkú -palos de fuego-
como le llamaban mis amigos mapuches, de dos cañones, que se regodeaba después
de una excursión de caza en la que decía haber matado a 3 liebres -maras-, un
cervatillo -pudu-, diez perdices -vüdü-, además de varias martinetas y patos,
durante todo un día de cacería por la llanura. Al ser interrogado por mi madre,
en presencia de varios mapuches que vivían en la zona sobre si tenía a los
cadáveres de tal masacre, dijo sin empacho: todos los domingos, me doy el gusto
de salir de caza, tengo buena puntería y lo hago como hobby, no los recojo,
pues no los necesito, en mi país no hay tanta cacería como aquí en las pampas y
es un placer poder ejercitar puntería sobre algo que se mueve, que huye o
vuela. Adquirí la habilidad durante la 1ª Guerra Mundial, donde tirábamos a
semejantes y no los recogíamos del suelo, recalcó, soy solo, no tengo familia
en Argentina y aquí no está prohibido.
La
exportación de animales silvestres a lugares que no son su hábitat natal, es
otra crueldad practicada hasta con complacencia de gobiernos que autorizan su
venta y la practican, por ejemplo de un jaguar, -reighe en mapuche-, nacido y
criado en selvas o llanuras sudamericanas, exhibido a los niños de otros
lugares que toman conocimiento de la aún existencia de la especie en extinción.
En otra época, los naturales de los territorios habitados por los jaguares, lo
consideraban como un semidiós –costumbre cananeo-fenicia-. Todavía existen
contados ejemplares , la mayoría mostrados en jaulas, solitarios, para solaz de
algunos seres humanos, sin reparar que el desdichado animal sufre la ausencia y
compañía de seres de su raza, siente necesidad de reproducirse, su friendo a la
vez sed, hambre, frío, soledad, angustia.
¿Nos
llamamos humanos, condenando a un inocente a terminar su vida en esa cárcel?
¿De qué culpa lo acusamos?
Otros más desdichados nacieron en campos alambrados
y algunos se mataron tratando de huir de los alambres con púas. ¿Para qué? Pues
para que otros seres carnívoros, llamados humanos se hagan mala sangre porque
aumentó el precio de la carne, y disfruten de sus padecimientos luego de ser
sacrificados en horrible muerte, sin anestesia, sin imaginar el dolor inmenso que
sufren antes de morir asesinados por hombres.
Actualmente
en algunas provincias, para agregar ganancias a las arcas estatales, las
autoridades abren temporadas libres de caza, para placer de algunos aficionados
al deporte de ser criminales.
Mi papá
dijo sobre aquel belga: Pasa que en este país no tenemos policía para detener a
estos criminales.
Un día
trajo a una mara -liebre pampa- muy herida, hallada en un campo, la operó y
quitó perdigones, ya que él era médico cirujano, suerte para ella que se salvó
y vivió en el terreno que rodeaba nuestra casa, protegida por un alambrado.
Jugó con migo como un perrito cariñoso. Pero creo que tal vez ese encierro fue
una injusticia, al cercenar su libertad anterior, pero ¿contribuiría esa
esclavitud o discriminación sobre su seguridad y felicidad? Muchas veces la
veíamos buscando junto al cerco un lugar para fugarse, pese a poseer mucho
terreno donde podía vivir sin riesgo. Eso me hizo pensar en el sufrimiento que
deben vivir los leones, elefantes, jirafas, osos, encerrados tras las rejas o
dentro de espacios reducidos del zoológico.
Exhibidos
para curiosidad de niños y mayores. Como decían mis amigos y vecinos mapuches,
Nwenechen -Dios
creador de vida-, nos dio licencia, que si bien ellos cazaban con fines de
manutención, jamás atentaron con la extinción, respetaban la maternidad de una
liebre, para evitar su desaparición.
El hombre
moderno hace caso omiso a esta situación, pues al arar un campo para sembrar
soja, no repara en destruir nidos con pichones -por ejemplo- ni respeta
tortugas terrestres que viven en esos campos, destruye los nidos subterráneos,
de serpientes y otros seres que tienen derecho a la vida.
Agreguemos
a estos vaticinios el último en aparecer, se trata de los productos químicos
que destruyen toda muestra de vida, sea vegetal o animal. Nada puede seguir
viviendo cuando se aplican dichas sustancias en un campo, a tal punto que sólo
pueden ser usados en espacios cuyos linderos no son habitables por animales y
los vegetales mueren como aquellos.
De acuerdo
a otro tema escrito por este autor titulado La tierra se está secando, los
mares cada vez se están volviendo más salados y contaminados por acción de la
civilización, morirá su fauna y ya no habrá allí vida o salvación, ¿Ese será el
triste fin del hombre como lo tuvieron los dinosaurios?
Gastón
Monart
(93 años)
Publicado en Diario del Viajero - Buenos Aires, República Argentina -
Miércoles 11 de febrero de 2015 - Nº 1450 - Año XXIX
Enviado por mail por
prof. Norberto Ovando, de Asoc. Parques Nacionales - parquesnacionalesorg@yahoo.com.ar
Conocimos a Gaston Monart y disfrutamos de su compañía en varias oportunidades. Sentimos gran respeto por su persona y la de su compañera, Marta.
ResponderEliminarMuy buenas personas. Los recordaremos por siempre. Marta Noseda y Julio Augusto Astrada