domingo, 25 de septiembre de 2011

respetar la vida

carta a un chico que mató a su primer pájaro
escrito por Horacio Ramírez


Me contaron que, con un piedra, mataste a tu primer pájaro.

Puedo asegurarte que no has sido el primero y que, naturalmente, no serás el último.

Puedo asegurarte, también, que has dejado al mundo un poco más sencillo... eso es seguro.

¿Te preguntaste qué pudo haber sentido aquel pájaro cuando la piedra dio contra él?

Pero... ¿a quién puede importarle lo que siente un pájaro? Puede que a muy poca gente, en eso te doy la razón... Quizás a las nenas o a los poetas les importe un poco... y no mucho.

Bueno, pero... hablemos más bien, entonces, de curiosidad. Yo, por ejemplo, me imagino que habrá sentido como una mezcla de sorpresa, de susto y de dolor en el momento del golpe... Lo que sí creo es que no tuvo tiempo para sentir miedo. Ni miedo ni -y esto quizás te tranquilice- ni tampoco rencor. Me imagino que el momento debe haber sido, más bien, como un pregunta... No sé... Debe haber sido una cosa como un “¿Por qué?”. Ni siquiera un “¿Por qué a mí?”... No: un simple y corto “¿Por qué?”...
Y echaron a volar... Con el golpe y el ruido, ellos, sus amigos de bandada, echaron a volar.

Todos aquellos pájaros salieron volando. Todos menos uno. Sólo uno cayó... Obedeciendo, dócil -como un buen amigo- a tu voluntad.

¿Lo viste caer? ¿Viste cómo cayó? De repente se hacen pesados. La cabeza les va golpeando por las ramas, las alas se le abren inútilmente y... sin más ceremonia... Llegan hasta el suelo. Caen con una sencillez extraordinaria... como si lo que cayera no fuera un pájaro sino una piedra... ¡Eso! ¡Y de repente te das cuenta del milagro que conseguiste!: ¡convertir a un pájaro en un piedra..! Y todo como resultado de haber querido, justamente, que una piedra volara... ¡Pst! Es una verdadera lástima que, por más que sigas tirando piedras al aire, no puedas convertir a las piedras en pájaros ¿no?

Ya está en suelo ¿lo agarraste? Ya no huye, viste? Te acercás por el pasto y ya no sale volando cuando te inclinás sobre él. Claro que ya tampoco verá el día que vos vas a ver mañana porque, ahora, él es un piedra y las piedras no tienen ojos... Lo que sí, es un piedra rara... Es una piedra blanda. Una piedra tibia y cubierta de plumas... ¡Puedo asegurarte que no cualquiera consigue atrapar cosa tan extraña! Y ahora él está en tus manos... Él... El inalcanzable, el que lo abarcaba todo, el que podía ver todo el barrio con sólo abrir sus alas ahora apenas si cubre la palma de tu mano. ¡Es tan chiquito! Pero ¿es él tan chico de verdad o sos vos el que se ha agrandado? Me parece que lo que pasó es que vos has crecido... Sí. Eso debe ser. Ahora podés hacer cosas que, quiero creer, un chico nunca haría. Podés, por ejemplo, hacer que los árboles hagan silencio cuando sale el sol por la mañana; o que el viento sólo levante, inútilmente, papeles u hojas por el aire... O que las semillas permanezcan en su lugar sin que nadie se las coma, hasta que secan...

Me contó mi papá alguna vez (porque yo también fui chico) que cuando matás a un pájaro con una piedra, lo primero que pasa es que, en el lugar que ocupaba en su rama, se queda quietito un montoncito de aire con la forma del pájaro, y que de pronto y aunque no lo veas, ese montón de aire sale volando y busca hacer nido en tu mano. En la mano que se te acaba de quedar vacía... y se duerme allí, acompañándote, muy posiblemente porque él comprende -mejor que nadie- que aunque sigas tirando piedras, como si quisieras sacártelas de encima, cada vez pesarás más y más y te harás más y más grande y quedarás más y más pegado al suelo... Y más y más pájaros de aire se irán durmiendo en tus manos... Quizás sea porque te perdonan... O quizás porque, en el fondo, te estiman... Quién sabe... O por ahí ¿sabés qué? quizás sea porque en el fondo de sus corazones, tienen la esperanza de que tus manos algún día aprenderán a volar... Y ellos, los pájaros de aire que se durmieron en tu mano, serán entonces quienes que te vayan a enseñar sus pequeños secretos: a controlar el vuelo, a respetar el viento, a limpiar tus plumas... y a hacerte dueño del cielo...


Horacio Ramírez
publicado en: http://www.el-reta.com.ar
23/09/2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario