martes, 26 de julio de 2011

la causa por los derechos animales



La causa por los derechos animales. Extracto.

Centro de estudios para la teoría y práctica de los Derechos Animales
© Tom Regan
Filósofo. Autor de The case for Animal Rights, Empty Cages.

© Traducción: Ana María Aboglio y A. Kapacevich. Ediciones Ánima.

Me considero un defensor de los derechos de los animales, como parte del movimiento por los derechos animales. Este movimento, como yo lo concibo, está abocado a numerosos objetivos, incluyendo la total abolición del uso de animales en experimentos de investigación; la disolución total de la agricultura animal comercial; y la total eliminación de la caza deportiva y comercial.

Lo que está mal -fundamentalmente incorrecto- con la manera en que los animales son tratados, no son los detalles que varían de caso en caso. Es todo el sistema el que es incorrecto. El abandono de los terneros es lastimoso y descorazonador; el dolor del chimpancé con electrodos implantados en lo profundo de su cerebro es repulsivo; la lenta, tortuosa muerte del mapache en la trampa que agarra sus patas es angustiosa. Pero lo que está mal no es el dolor, ni el sufrimiento o la privación. Lo incorrecto es el conjunto. La mayoría de las veces es mucho, mucho peor. Pero no es el error fundamental.

El error fundamental es el sistema que nos permite ver a los animales como recursos que están aquí para nosotros -para ser comidos, o manipulados quirúrgicamente, o explotados por deporte o dinero-. Una vez que aceptamos esta visión de los animales, el resto es tan predecible como lamentable. ¿Por qué preocuparse de su soledad, su dolor, su muerte? Ya que los animales existen para nosotros, para beneficiarnos de una manera u otra, lo que los lastima realmente no importa, o importa sólo si nos comienza a molestar, nos hace sentir un poco incómodos cuando comemos nuestra milanesa de ternera, por ejemplo. Así que, sí, liberemos a los terneros de su confinamiento solitario, démosles más espacio, un poco de hierba, unos compañeros. Pero mantengamos nuestra milanesa de ternera.

Pero más espacio, un poco de hierba y unos compañeros no van a eliminar -ni siquiera rozar- el error básico ligado a nuestra visión y tratamiento de los animales como nuestros recursos. Una ternera muerta para ser comida después de vivir confinada es vista y tratada de esta manera; pero también lo es una que es criada (como dicen) “más humanamente”. Para corregir el error en nuestro tratamiento de los animales de granja se requiere más que crear métodos “más humanos”; se requiere la total disolución de la agricultura animal comercial.

Cómo hacemos esto, ya sea que lo hagamos o, como en el caso de la investigación en animales, cómo abolimos su uso, es en gran medida una cuestión política. La gente debe cambiar sus creencias antes de cambiar sus hábitos. Muchas personas, especialmente aquellas elegidas para el oficio público, deben creer en el cambio -deben quererlo- antes de que tengamos leyes que protejan los derechos de los animales.

Existen momentos, y esto no es infrecuente, en que las lágrimas vienen a mis ojos cuando veo, leo o escucho acerca de las condiciones miserables de los animales que están en manos humanas. Su dolor, su sufrimiento, su soledad, su inocencia, su muerte. Ira. Furia. Lástima. Pesar. Asco. Toda la creación se queja bajo el peso del mal que los humanos ejercemos sobre estas mudas, indefensas criaturas. Es nuestro corazón, no nuestra cabeza, el que llama a un fin a todo esto, que requiere de nosotros que superemos, por ellos, los hábitos y las fuerzas detrás de su sistemática opresión. Todos los grandes movimientos, está escrito, pasan por tres etapas: ridículo, discusión, adopción. Es la realización de esta tercera etapa la que requiere nuestra pasión y disciplina, nuestros corazones y nuestras mentes. El destino de los animales está en nuestras manos. Dios quiera que seamos adecuados para la tarea.


de: http://www.anima.org.ar


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