jueves, 25 de febrero de 2010

reta: siguen cazando pájaros

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25/02/2010|
Siguen cazando pájaros en Reta
Escribe Horacio Ramírez

Siguen cazando pájaros en Reta y esto no es un tema menor. Podrá ser un tema de simple política ambiental; podrá ser una noticia de relleno para algún medio; podrá ser algo que pasa allá lejos, en Reta, pero no es un tema menor. Pasa lejos del gran mundo, es cierto, pero puede pasar precisamente porque Reta queda lejos: porque todavía quedan lugares como Reta donde hay bandadas de jilgueros, mixtos y cabecitas que conviven con el ama de casa que va a hacer los mandados o con el chico que va a la escuela.
Ecológicamente, los ambientes de transición o ecotonos, como es el caso de las arboledas de Reta entre el campo y el mar, son sitios donde espontáneamente se refugian numerosas especies de aves cantoras. Son refugios endebles, ambientes frágiles, espacios delicados como los propios pájaros que los habitan. Y esa fragilidad no puede soportar, como es obvio, la menor injerencia humana fuera de los límites naturales.
Y cuando el hombre ha sido educado en una dinámica mental basada en la simple lógica de la ganancia, todo en él es antinatural. No está mal ganar, pero la ganancia, como el poder o el conocimiento, carecen de límites naturales: cuanto más, mejor. Y esto es así siempre. Así, ganar un peso extra capturando pájaros salvajes y acabando con los ambientes naturales induciendo procesos de degradación, tiene implicancias a mediano y largo plazo totalmente impredecibles. Por eso, tanto la ganancia, como el poder o el conocimiento, necesitan otra clase de limitaciones.
Cazar pájaros en Reta -o ñandúes o carpinchos o lo que sea- no es un tema menor: hace a la educación de la gente que llega a Reta o incluso hace a la educación del que vive en el pueblo. Pero la educación de por sí es un tema delicado, ya que definir quién pauta esa educación o qué es lo que debe enseñarse, es algo que siempre raya con una suerte de fascismo inherente a cualquier dinámica social. Aunque si evaluamos esa educación a la luz de sus resultados, tendríamos que ir pensando en otras alternativas pedagógicas.
Hoy, por ejemplo, los chicos de Reta dan el modelo a seguir: han colgado sus gomeras de antaño y ahora están absolutamente comprometidos en la protección de su lugar, y mucho ha tenido que ver la preocupación de la Escuela Nº 34 de Reta por inculcarles exitosamente los valores ambientales locales. Pero todavía están los adultos maleducados retenses -que cazan cualquier cosa- y los adultos maleducados visitantes que se dedican a capturar aves para llevar a las "ferias de pájaros" del Gran Buenos Aires. Resulta obvio que no podemos mandar a los chiquilines a que hagan el trabajo de adultos, pero por eso mismo sería interesante que los adultos -locales o visitantes- a quienes moviliza el tema de la caza ilegal, comprendan el compromiso necesario que se debe asumir ante este vil despojo, para conseguir ponerle el límite que se necesita y que en verdad funciona.
Cada animal salvaje muerto o removido inútilmente de su sitio, es una deuda que abrimos con el futuro. Y en materia de deudas ambientales, éstos son compromisos que no pueden dejar de pagarse. Además, en ese futuro no están los adultos maleducados de hoy, sino que estarán los chicos ambientalistas del presente. De grandes, estos pibes seguramente sabrán defender mejor que nosotros el lugar donde viven. Pero mientras tanto se hace imprescindible que hagamos hoy nuestro propio esfuerzo para limitar al maleducado, denunciando y desalentando estas prácticas para que a ellos, a nuestros chicos, en el día de mañana les quede algo que verdaderamente valga la pena defender.

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